Buen número de problemas de locución se deben a la falta de aire. Nos hemos acostumbrado a respirar mal, apenas con la parte alta de los pulmones. En realidad, para una conversación común, donde las frases son naturalmente cortas, donde las repeticiones de uno mismo y las interrupciones del otro ofrecen suficientes pausas para tomar aliento, no hay mayor dificultad.
El lío comienza cuando un locutor o una locutora se enfrentan, solos, a un texto con frases largas y párrafos rotundos. Cuando tienen que hablar y leer y seguir hablando sin contar con ningún otro recurso que su propia voz.
Los bebés, sin haber estudiado locución, saben respirar bien, con toda la barriga. Sus pulmones pequeñitos necesitan llenarse para oxigenar todo el cuerpo. En eso consiste la tan recomendada respiración diafragmática: utilizar al máximo nuestra capacidad pulmonar.