Título: «La última hoja»
Colegio: Aurelio Gómez Escolar
Localidad: Burgos
Comunidad Autónoma: Castilla y León
Categoría: 2 (5º Educación Primaria)
Idea original: alumnos 5º Educación Primaria
Guion: Francisco Martín (profesor)
Grabación realizada en la radio escolar propiedad del Centro.
Producción, maquetación, edición: Francisco Martín (profesor)
Papeles: narrador 1 (Julia), narrador 2 (Lara), narrador 3 (Alba), narrador 4 (Marina), Soledad (Sara), madre (Luján), abuelo (César), vecino (Miguel).
Sinopsis: en un mundo al borde del colapso, donde la civilización está a punto de extinguirse, una niña llamada Soledad, encuentra un ejemplar del «Principito». Al principio no entiende su verdadero valor pero a medida que avanza hacia la última página, su importancia se hace visible.
Guion:
Narrador 1 (suena una música suave de fondo): Año 2536. Todos los árboles han desaparecido a causa del cambio climático. El aire está totalmente contaminado. Los ríos transportan basura y los campos yacen secos bajo un sol abrasador.
Narrador 2: La raza humana se ha visto obligada a vivir en cuevas. La humanidad está a punto de extinguirse. La más pequeña de los supervivientes fue llamada Soledad, como signo del oscuro futuro que la espera.
Soledad: mamá. ¿por qué estamos viviendo así?
Madre: todo empezó cuando la gente olvidó que somos parte de la naturaleza, no los jefes de la misma. Agotaron al planeta y esta es su forma de decirnos que nuestro tiempo ha acabado.
Soledad: ¿y ahora no podemos hacer nada para solucionarlo? ¿Ya es tarde?
Madre: Es ahora cuando el planeta se cobrará su venganza y desapareceremos para siempre. Hemos sido un virus y por fin, la Tierra ha sido curada.
Soledad (con voz valiente): pues si vamos a desaparecer, tengo que salir. Nunca lo he hecho y quiero saber qué es lo que hay al otro lado.
Abuelo (muy cansado): Vas ser testigo de lo que el hombre le ha hecho a la naturaleza.
Narrador 1: Soledad salió de la cueva y se quedó mirando todo lo que le rodeaba. Encima de la cueva brillaba una gran bola de fuego, las pocas plantas que quedaban, estaban resecas por falta de agua, la tierra estaba seca y amarillenta.
Narrador 2: pero algo llamó su atención. Debajo de una roca, había algo. Soledad se acercó levantó una piedra y de ahí, sacó un viejo libro, ajado por el paso del tiempo. Lo cogió con curiosidad, casi con miedo. Lo miró fijamente sin saber qué hacer.
Narrador 4: regresó a la cueva, junto a los suyos, sosteniendo en alto el libro. Nadie podía creer lo que tenía. Hacía años que no veían uno así. Siempre habían enseñado a leer a los demás usando para ello las propias paredes de la cueva. Sabían que existían cosas así pero nunca habían tenido la oportunidad de ver uno de verdad.
Abuelo (sorprendido): ¿has encontrado un libro? Dime qué pone, ya no puedo verlo bien.
Soledad: pone… (duda, incluso tartamudea, como que no supiera leer qué pone). “El principito”.
Madre: ¿El principito? ¡Qué nombre tan raro! Ábrelo a ver cómo es.
Narrador 1: Soledad abre el libro, con miedo, pero decidida. Es la primera vez que hace algo así y quiere disfrutar del momento.
Narrador 2: todos se acercaron a Soledad para ver qué era aquello. Fueron testigos de algo maravilloso. La luz de la hoguera, la que calentaba sus fríos y viejos huesos, iluminaba al mismo tiempo los ojos sorprendidos de Soledad.
Narrador 3: parecían dos enormes estrellas a punto de explotar. Soledad empezó a pasar hojas como si al hacerlo, algo mágico fuera a ocurrir.
Soledad: ¡Qué bonito libro! Pero no entiendo nada de lo que dice. Son todos frases sin sentido.
Abuelo: los libros estaban escritos para que las personas aprendieran cosas por eso la gente no los hizo mucho caso.
Vecino: A nadie le gustaba que le dijeran lo que tenía que aprender y lo que no. Eso hizo que los libros desaparecieran de las escuelas y que las hojas se usasen como aviones.
Soledad (muy sorprendida): ¡Qué horror! ¿Cómo podían hacerle eso a los libros?
Madre: has tenido suerte de no vivir en esa época. La gente se peleaba unos contra otros por un trozo de tierra, eran seguidos por pensar diferente e incluso por amor. Los libros eran testigos de esa situación y por eso la gente prefirió dejarlos caer en el olvido.
Abuelo: no te encariñes mucho con él, nuestro tiempo está llegando a su fin. Es mejor que descanses.
Vecino: descansa niña, la vida ha ganado la partida.
Narrador 1: Soledad, todavía pegada al libro, no hizo caso a las advertencias que le habían hecho y prefirió sentarse para seguir leyendo.
Narrador 2: cuanto más cerca estaba de la última hoja, más sola se sentía. Notaba como a su alrededor, las personas que en otros tiempos habían estado a su lado, poco a poco iban desapareciendo. No supo distinguir si su presencia alguna vez fue real o si todo fue producto de estar abandonada a su suerte desde bien pequeña.
Narrador 3: Cuando por fin llegó a la última hoja, notó como las fuerzas le abandonaban. Sonriendo, dijo una última frase.
Soledad: “He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.”
Narrador 1: al terminar de recitar la frase, el libro cayó al suelo, abriéndose por la última página.
Narrador 4: el último aliento de la raza humana consiguió mover esa última hoja. La historia había llegado a su final.
Narrador 3: Soledad cerró los ojos y con una gran sonrisa, se fue. Feliz de haber descubierto por fin el sentido de su vida. Hacer que los demás fueran, aunque sea por un momento, felices.
(suena una suave música y su volumen aumenta hasta el final del audio)
