Ficción Sonora: Charlie y la fábrica de Chocolate (I Concurso Nacional de Podcast Escolar)

Ficción Sonora: Charlie y la fábrica de Chocolate (I Concurso Nacional de Podcast Escolar)

👁️ 1 visualizaciones

Descripción

Centro: Colegio Doroteo Hernández

Categoría: 3
Curso: 2º ESO
Descripción: Tras acercarnos a la obra de Roald Dahl en nuestros Viernes de lectura, los alumnos de 2º de la ESO han descubierto, en su vertiente de escritor de relato corto, a un autor inquietante que no subestima la mirada del niño. Así, han podido hacer una relectura certera de Charlie y la fábrica de chocolate y han elegido un fragmento del capítulo “El cuarto de las nueces”, con pequeñas adaptaciones, donde las ardillas hacen de las suyas a Veruca Salt.

El señor Wonka siguió andando rápidamente por el corredor. «CUARTO DE LAS NUECES», decía en la puerta siguiente.

—Está bien —dijo el señor Wonka—. Deteneos aquí un momento y recobrad vuestro aliento, y echad un vistazo a través del panel de vidrio de esta puerta. ¡Pero no entréis! Hagáis lo que hagáis, no entréis en el CUARTO DE LAS NUECES. ¡Si entráis, interrumpiréis a las ardillas!

Todos se apretujaron contra la puerta. —¡Oh, mira, abuelo, mira! —gritó Charlie. —¡Ardillas! —chilló Veruca Salt.

—¡Caray! —dijo Mike Tevé.

Era un espectáculo asombroso. Alrededor de una gran mesa había cien ardillas sentadas en altos taburetes. Sobre la mesa había montañas y montañas de nueces, y las ardillas trabajaban como locas partiendo las nueces a tremenda velocidad.

—¿Por qué utiliza ardillas? —preguntó Mike Tevé—. ¿Por qué no utiliza a los Oompa- Loompas?

—Porque —dijo el señor Wonka— los Oompa-Loompas no pueden sacar las nueces de sus cáscaras sin romperlas. Siempre las rompen en dos. Nadie excepto las ardillas pueden sacar las nueces enteras de su cáscara. Es muy difícil. Pero en mi fábrica insisto en que sólo se utilicen nueces enteras. Por lo tanto, necesito ardillas para hacer ese trabajo. ¿No es maravilloso ver cómo parten esas nueces? Y mirad cómo golpean las nueces con los nudillos para asegurarse de que no están malas. Si está mala, suena a hueco, y ni se molestan en abrirla. La tiran por el agujero de los desperdicios. ¡Mirad! ¡Allí! ¡Mirad a esa ardilla que está cerca de nosotros! ¡Creo que ha encontrado una nuez mala!

Todos miraron a la pequeña ardilla mientras ésta golpeaba la nuez con los nudillos. Inclinó hacia un lado la cabeza, escuchando atentamente, y luego, de repente, arrojó la nuez por encima de su hombro a un enorme agujero que había en el suelo.

—¡Eh, mamá! —gritó de pronto Veruca Salt—. ¡He decidido que quiero una ardilla! ¡Cómprame una de esas ardillas!

—No seas tonta, cariño —dijo la señora Salt—. Todas estas ardillas pertenecen al señor Wonka.

—¡Eso no me importa! —gritó Veruca—. Quiero una, En casa sólo tengo dos perros, cuatro gatos, seis conejos, dos periquitos, tres canarios, un loro verde, una tortuga, una pecera llena de peces, una jaula de ratones blancos y un estúpido hamster. ¡Yo quiero una ardilla!

—Está bien, tesoro —dijo conciliadora la señora Salt—. Mañana te compraré una ardilla en cuanto pueda.

—¡Pero yo no quiero cualquier ardilla! —gritó Veruca—. ¡Quiero una ardilla amaestrada! En ese momento el señor Salt, el padre de Veruca, dio un paso adelante.—Muy bien, Wonka —dijo con gesto importante, sacando una cartera llena de dinero—, ¿cuánto quiere por una de esas ridículas ardillas? Diga un precio.

—No están a la venta— replicó el señor Wonka—. No puede quedarse con ninguna. —¿Quién dice que no? —gritó Veruca—. ¡Entraré a coger una ahora mismo!

—¡No! —dijo rápidamente el señor Wonka, pero llegó demasiado tarde. La niña ya había abierto la puerta y se había metido dentro.

En el momento en que entró en la habitación, las cien ardillas dejaron lo que estaban haciendo, volvieron la cabeza y la miraron con sus pequeños ojillos negros.

Veruca también se detuvo y las miró a su vez. Entonces sus ojos se posaron en una graciosa ardillita que estaba sentada cerca de ella en un extremo de la mesa. La ardilla sostenía una nuez entre sus patas.

—Muy bien —dijo Veruca—. ¡Me quedo contigo!.

Alargó las manos para coger a la ardilla…, pero en el momento de hacerlo…, en aquel preciso momento en que sus manos empezaron a moverse hacia adelante, hubo un súbito movimiento en la habitación, como un relámpago de color marrón, y todas las ardillas que había en la habitación dieron un salto en el aire en dirección a la niña y aterrizaron sobre su cuerpo.

Veinticinco ardillas cogieron su brazo derecho y lo sujetaron.

Veinticinco ardillas más cogieron su brazo izquierdo y lo sujetaron también.

Veinticinco cogieron su pierna derecha y la anclaron contra el suelo.

Veinticuatro cogieron su pierna izquierda.

Y la ardilla que quedaba (evidentemente el cabecilla del grupo) se subió a su hombro y empezó a

golpear la cabeza de la desgraciada niña con los nudillos.

—¡Salvadla! —gritó la señora Sal—. ¡Veruca! ¡Vuelve aquí! ¿Qué le están haciendo?

—Están probándola para ver si es una mala nuez —dijo el señor Wonka—. Observen. Veruca se defendía furiosamente, pero las ardillas la sujetaban con fuerza y la niña no podía moverse. La ardilla que estaba posada en su hombro seguía golpeando la cabeza con los nudillos.

Entonces, súbitamente, las ardillas tiraron al suelo a Veruca y empezaron a transportarla a través de la habitación.

—Dios mío, es una mala nuez después de todo —dijo el señor Wonka—. Su cabeza debe haber sonado a hueco.

Veruca gritaba y pataleaba, pero esto no sirvió de nada. Las diminutas patitas la sujetaban muy bien, y la niña no podía escapar.

—¿Dónde la llevan? —chilló la señora Salt.

—La llevan adonde van todas las nueces que están malas —dijo el señor Willy Wonka—. Al pozo de los desperdicios.

Comentarios

Copyright 2025 Elocuencias
Términos y condiciones
Política de privacidad

Premio ondas 2021
impulsa rtve
RRDD/4/1355/1019
sgae