“Carta furtiva” 

José Andrés
Ludeña Martínez

”Hoy siento tras los muros la
noche más sombría, y tras las sombras el silencio que nunca duerme, hoy siento
entre mis dedos un lápiz que delira y bajo mis manos un papel que se estremece.

Papel abrumado con mis ocasos de tinta, que ha
visto cómo en mi hoguera emociones ardientes se fundían en trazos de sus
propias cenizas y se derramaban en su carne hasta dolerle.

Siento la humedad de aquel pasado que titila, frío,
frío invernal de un cerebro que pretiere, soy preso de una piel que ha dejado
de ser mía y la palabra es lo único que me pertenece.

Palabra resignada al calor de la mentira, génesis
de un mundo que debora su simiente, tierra fértil en sueño y meliflua melodía
que canta el alba del día en que solo amanece.

Amanezco solo para correr la cortina de realidad, y
me deslumbro para verte, cuando el pelo es fuego y derrite tu piel de arcilla,
moldeando la pálida luna de tu vientre.

Mi recuerdo seguirá escribiendo en tu sonrisa hasta
que el olvido me arrebate de tu mente, marcho honrado pues siento que te
ofrezco mi vida, descansando yace en esta carta para siempre.”

Esa misma noche sonó el llanto de la brisa, dramatizando versos  con su voz rota y tenue, mientras arrinconada la oscuridad huía  de una vela tembloroso fulgor endeble.

La
penumbra ilustró una silueta femenina, pareció esperar a que la puerta
enmudeciese, entonces reverberó la noche conmovida con un grito de espanto
ahogado en las paredes.

Desplomados
por el suelo cuerpo, pena e ira, en sus latidos sonaron los míos inertes, y
bebí de su boca las lágrimas salinas que brotaban del mar de sus ojos
estridentes.

Tu
mirada abrazando la sombra de mi vida, tus labios empapados del néctar de mi
muerte, tu cuerpo fundiéndose en una carta furtiva, tu alma encerrada entre mis
versos eternamente.