Podcast elaborado por Celia Marcelo y Aitana Encabo
Aula 5G – 1ºESO, Liceo Francés de Valencia
Categoría 3
Sinopsis: Una doctoranda interesada por la criptoginia (la ocultación de
los referentes femeninos en nuestra literatura) encuentra una
carta del siglo XVII en la que una mujer, lesbiana, cuenta la historia de su
enamorada, Isabella di Sorella, poeta ignorada en la época que antes de
suicidarse olvidó su cuaderno de poemas y fue encontrado por un tal Quevedo.
Guion:
Locutora de radio: Aitana Encabo (alumna)
Elena Henández: Julia Ruiz (profesora de Lengua castellana)
Bianca: Celia Marcelo (alumna)
Isabella: Lucía Boscà (profesora de Lengua castellana)
Desconocida: Marta Domínguez (alumna)
Quevedo: Alex Henric-Coll (informático)
Música original: Julia Ruiz
(Dedicado a todas las mujeres que han sido ocultadas a lo largo de la historia)
Queridos radioyentes, bienvenidos a nuestro tercer programa “Criptoginia”, el espacio dedicado a desvelar las obras secretas de los referentes femeninos que han sido ocultados en la historia de nuestra literatura. Hoy está con nosotros, la periodista Elena Hernandez. ¡Bienvenida!
Elena Hernández: Buenos días, investigando sobre el siglo XVII, encontré una carta en italiano que he traducido para todos vosotros. En ella, una chica llamada Bianca cuenta lo siguiente.
Bianca: Sé que no debería estar escribiendo, ser mujer parece una condena. Pero quiero transmitir esta historia que me contó Isabella, mi íntima amiga de madre española. Y lo hago por un sencillo motivo: nos amamos en secreto, no han sido necesarias las palabras para confirmarlo (SONIDO DE CORAZÓN). Y quiero que algún día se conozca su historia.
Sucedió una mañana cálida de primavera. Venecia se acababa de levantar, y el bullicio (SONIDO DE GENTE) era indescriptible, la gente se apelotonaba en la calle, camino del mercado (SONIDO DE GENTE COMPRANDO EN EL MERCADO).
Isabella deambulaba cabizbaja, focalizando sus rasgados ojos verdes en el suelo, mientras atravesaba puentes, canales (SONIDO DE AGUA) y las estrechas y pintorescas calles de nuestra ciudad. (SONIDO DE PASOS).
Alzó la mirada hacia la basílica de San Giorgio Maggiore mientras sus campanas resonaban por todo el lugar. (SONIDO DE CAMPANAS)
Mi amada levantó ligeramente la falda de su vestido, tan aparatoso e incómodo como el mío, evitando así tropezar al subir las pequeñas escaleras. De pronto, un carro pasó junto a ella (SONIDO DE CABALLOS) acompañando sus pensamientos:
Isabella: Estoy harta de que nadie lea mis poemas ¿Tan importante es ser mujer? ¿Acaso eso influye en mi talento?
Bianca: Yo fui testigo: cada día que pasaba, sus ojos se entristecían más.
Aquel día, como todas las mañanas, se dirigió al parque y se acomodó en su banco de madera para escribir. El trazo de la pluma fluía por las páginas amarillentas de su cuaderno. (SONIDO DE ESCRIBIR) Día tras día, mi hermosa y sensible Isabella acudía al mismo banco para seguir escribiendo sus maravillosos poemas (SONIDO DE HOJAS MOVIÉNDOSE POR EL VIENTO, O DE RAMAS, O DE VIENTO).
Una inesperada y nublada mañana, mientras los pajarillos gorjeaban con su dulce canto (CANTO DE PÁJAROS) y mi atractiva Isabella se concentraba en sus versos entrelazados, un chico joven y de mirada decidida apareció detrás de ella.
Quevedo: Me quedaré aquí, tras el banco, observando lo que esta mujer escribe.
Bianca: Isabella me contó que, a partir de ese mismo instante, todas las mañanas, el chico se aparecía, maravillado por las estrofas que cobraban vida entre las hojas del librillo.
De repente, un día..
QUEVEDO: ¿Dónde estará la misteriosa mujer? Aquí solo estoy yo con mis propios pasos (SONIDO DE PASOS). ¡Aguarda! ¿Qué es eso? ¡Qué afortunado” ¡Es el libro de poemas que debió dejar olvidado!
Bianca: Como desconocía el nombre de mi poeta, procuró enseñarle el cuaderno a todos los ciudadanos, aunque, desgraciadamente, no logró dar con su autora. Sin embargo, los artistas se acercaban a él haciéndole comentarios como…
DESCONOCIDO: Querido Francisco de Quevedo, he de decirle que su poema “DEFINIENDO EL AMOR” es sublime… Esos versos que dicen “Es hielo abrasador, es fuego helado, / es herida que duele y no se siente, /es un soñado bien, un mal presente”. Esos versos solo los puede haber escrito alguien que ha amado intensamente.
El éxito de los poemas supuso tanta fama para él, que aceptó la autoría para que toda Venecia murmurase sobre su calidad poética.
Sin embargo, Isabella, por su parte, había dejado una nota de despedida:
No soporto la indiferencia e incomprensión de este mundo, es asfixiante. Además… amo a alguien…con quien jamás podré estar…
Bianca: Se refería a mí. Y tras escribirla…dejó este mundo…
Poco después, el chico del parque regresó a su país natal, España. Yo solo espero que algún día se sepa que los poemas firmados por ese tal Quevedo, eran, en realidad, de mi queridísima Isabella di Sorella.
Como no soy capaz de soportar la hipocresía de este mundo en el que me ha abandonado mi dulce Isabella, yo también me despido para siempre…
Con la esperanza de que algún día tengamos un mundo más sano,
Bianca Bellini
¡Y hasta aquí nuestra noticia de hoy! Y…como no tenemos más tiempo, nos despedimos con una pregunta: ¿Cuántas mujeres se enconderán tras el nombre de un hombre? ¡Les deseamos un buen día y…una buena reflexión!
