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¿Por qué? Porque el oyente se distrae. O se fastidia. Porque cuesta seguir el sonsonete de la lectura. Compruébalo: toma un periódico y ponte a leerlo tú solo. Vas más lento o más rápido, saltas estos renglones que no te interesan, ahora vuelves atrás porque se te escapó un dato, miras una foto, repites este párrafo que te gustó y quieres saborearlo mejor. Cuando lees, tú impones el ritmo.

Cuando te leen, vas a remolque. Tienes que estar concentrado y reconcentrado para no perder el hilo de la frase ni la madeja del párrafo. La situación se complica si es por radio, donde no existe la posibilidad de decirle al distante locutor: me he perdido, repíteme esa parte. Lo leído cansa. Aburre en los congresos, en los simposios, en los mal llamados seminarios que se atiborran de ponencias.

El lenguaje escrito no sirve para la radio. El estilo de la radio es vivo, caliente, conversado. Esto hay que decirlo una y mil veces, repetirlo, grabarlo en letras de oro sobre la puerta de la cabina para que no se olvide al entrar: hacer radio es hablar con la gente, no leer un papel delante del micrófono.

Por supuesto, algunos formatos, por la responsabilidad que implican, deberán ser escritos hasta en sus últimos detalles. Nadie será tan imprudente como para improvisar un editorial sobre un tema político grave, donde cada palabra tiene su peso y su medida. En estos casos y otros, habrá que redactar un buen texto y pulirlo bien. Pero luego, a la hora de la verdad, al momento de salir al aire, lo interpretaremos dando la impresión de algo fresco, que se piensa y se dice en ese mismo momento. Hay que aprender a leer como si estuviéramos conversando, para leer como si estuviéramos hablando, hay que hablar mientras se escribe.

Escribir para el oído, ésa es la fórmula. Redactar oyendo las palabras, saboreando los giros, incluso las incorrecciones de sintaxis propias del lenguaje hablado. Escribe así mismo, como suena, como si estuvieras conversando y verás, mejor dicho, escucharás, la diferencia.

Al mismo tiempo, tienes que recordar que eres cuatro de los cinco sentidos de los oyentes (vista, olfato, gusto y tacto). La radio únicamente se escucha. Por eso es fundamental que describas lo que ves, escuchas, hueles y sientes. Que hagas partícipe del entorno al oyente, que el sea capaz de sentirlo también.

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