Ies. Saavedra Fajardo (Murcia)
2º BACHILLERATO – 2H
GUIÓN ORIGINAL Y GRABACIÓN Y CARTEL: ANA ALEMÁN GUARDIOLA
VOCES EN OFF: María Jesús Guardiola Mira
– Jesús Alemán Illán
– Ana Alemán Guardiola
Sinopsis:
Una agresión en un aeropuerto. Una inspectora que persigue la verdad. Un guardia civil atormentado por el llanto incontrolable de un niño que ha sido arrebatado de las manos de su madre. ¿Hasta dónde llega la realidad y hasta dónde el delirio?
GUIÓN PODCAST:
Personajes:
-Inspectora
-Teresa Abenza
-Samuel Figueroa
-Inspectora: Testimonio de Teresa Abenza, 10 de julio de 2021, 18:54. ¿Qué puede relatarnos de lo acontecido el 8 de julio, señora Abenza?
-Señora Abenza: Bueno, yo estaba el 8 de julio en el aeropuerto Adolfo Suárez, el de Barajas de toda la vida, vaya. Acababa de venir de un viaje precioso de Grecia… ¿Ha estado alguna vez?
-Inspectora: Al grano, señora Abenza.
-Señora Abenza: ¡Ay, perdón, perdón! Pues eso, estaba cruzando la terminal cuando, de repente, un guardia civil pasó raudo delante de mí y se abalanzó sobre un hombre. ¡Pobre hombre! ¡No había hecho nada!
-Inspectora: ¿Podría describir al agresor, un detalle… algo que se acuerde?
-Señora Abenza: La verdad, no lo recuerdo muy bien. Mediría un metro ochenta o algo así. Le empezaban a asomar las canas. Sí, sí me fijé en que tenía una cicatriz muy fea en la frente. Seguro que le tuvo que doler mucho porque…
-Inspectora: Testimonio de Samuel Figueroa, 11 de julio de 2021, 10:23. ¿Sabe por qué está aquí, señor Figueroa?
-Señor Figueroa: Me puedo hacer una idea.
-Inspectora: Imagino que recordará que el pasado 8 de julio agredió a un hombre en el aeropuerto Adolfo Suárez.
-Señor Figueroa: Así es.
-Inspectora: ¿Admite, entonces, haberlo hecho?
-Señor Figueroa: Me gustaría que escuchara mi versión primero, antes de juzgar.
-Inspectora: Adelante, por favor.
-Señor Figueroa: Oía el transcurso ininterrumpido de una maleta, cuyas ruedas golpeaban cada uno de los peldaños de la escalera de llegada. Me sorprendí de que me fijara en un solo ruido de los que se cuelan por mi oído a diario, mientras contemplo el insulso panorama del aeropuerto que me retiene desde las 7:00 de cada mañana. Comencé a buscar desesperadamente con la mirada el origen de aquel ruido singular que había captado mi plena atención. Descubrí con interés a mi objetivo: una madre, desaliñada, el pelo revuelto, pegado al sudor de la frente, atravesaba la terminal corriendo, maleta en mano.
-Inspectora: Pero, a ver. ¿Cómo sabe que aquella mujer era madre?
-Señor Figueroa: (ríe) Sé que es madre. Esa expresión de feroz preocupación y los surcos de sus ojos la delataban. Entonces, al agudizar mi oído, reconocí el llanto incontrolable de un niño. Parece que la monotonía de mi día había acabado. Noté cómo mi cuerpo se activaba, y mi mente se preparaba para lo que estaba a punto de acontecer. Me alejé de mi puesto, y, de repente, me ví envuelto entre una multitud de personas. Localicé a la madre, después al niño, que galopaba sobre el lomo de quien supuse que era su padre.
-Inspectora: De nuevo, ¿cómo sabía que aquel hombre era padre?
-Señor Figueroa: ¿Sabe, inspectora? Hay cosas que simplemente se saben. En fin, empecé a correr en dirección a aquel hombre. El corazón acelerado. Un sudor frío recorriéndome la espalda. Una sensación de angustia que se apoderaba de mí: la familiaridad. Llegué. Todo se paró. Como cuando tienes un accidente de tráfico y te quedas suspendido en el aire. Algo así. Me quedé cara a cara delante del niño. Un niño que se me hacía familiar: aquella cicatriz, los ojos azules…
-Inspectora: Pero, Señor Figueroa. No había ningún niño.
-Señor Figueroa: No
