El bastón de caramelo

El bastón de caramelo

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Descripción

El bastón de caramelo

Cuento escrito por María Pilar Moreno. Interpretado por Juan Izquierdo

Se hizo la luz y el abeto lució engalanado envolviéndolo todo
en la magia de la Navidad. Fluían las emociones y se daban momentos de la más
bella estampa navideña. Él era el único que desentonaba, tal vez ni eso, porque
nadie se fijaba en su presencia, y es que, no desprendía las notas de un alegre
villancico, ni era un muñequito de nieve, tampoco el sonido de la campanita del
trineo o el delicado susurro de una burbuja dorada en la copa del abuelo.

Había salido de las manos mágicas de un maestro pastelero que
enternecido, en vez de los clásicos rojos y blancos, le había dado la forma y
color del bastón de su abuelo dotándole de un corazón dulce cargado de buenos
sentimientos, y sin libro de instrucciones le había embarcado en la aventura de
la vida para que cumpliera sus deseos. Y allí estaba colgado como un adorno
más, pero, qué apagada quedaba su imagen confundida entre las ramas del abeto.
Desde su rinconcito, deslumbrado por tanta luz y color, tanta música envuelta
en felices sueños, su pena iba aumentando a medida que pasaban los días y
crecían sus desvelos. Recibió una punzada en el corazón ante el bello christmas
que tanta ilusión hizo a todos y la mamá disimulando una lágrima le había dado
un beso emocionado antes de colgarlo en un lugar destacado del gran abeto. Si
al menos él fuera el lacito de ese christmas le habrían rozado sus acogedores
dedos.

Cuando el brillo y la magia navideña desaparecieron, el árbol
fue desmontado de su pedestal y despojado de sus complementos. Yacía en la
entrada de la casa esperando a los peones del ayuntamiento para que lo llevaran
al basurero de reciclaje y allí seguía el bastón compartiendo la suerte del
abeto. Desolado se deshacía en lágrimas de azúcar que empapaban su envoltorio
por ver tan cerca su final sin haber recibido en su corta vida una sonrisa, un
chupetón o un te quiero.

De repente el más pequeño de la casa arrastrándose por el
suelo con su tren de juguete nuevo lo metió bajo el árbol y con una sonrisa
adorable descubrió el bastón y este, ante esa picarona mirada, tocó el cielo.
El niño lo agarró con sus dos manos y sin quitar el papel de celofán se lo
llevó a la boca y empezó a lamerlo, chupetones amorosos que sabían a cielo.
Ruidos glotones de una boquita a rebosar y las tiernas manos llenas derretían
al pequeño bastón que fue adoptando la forma de una plácida sonrisa. No era
Navidad, pero cualquier día es bueno para que se cumplan los sueños.

MARÍA PILAR MORENO

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