Viajando con Rodari a la primavera (IESO Los Salados)

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Descripción

Categoría 3: 1º, 2º y 3º de ESO.
SINOPSIS
Los alumnos de 1º ESO del IESO Los Salados nos animan a recibir a la primavera con el audiocuento
«Autobús número 75» de Gianni Rodari.
Para realizar este podcast, hemos partido del guion que os presentamos a continuación. Además, hemos utilizado la aplicación Anchor y el programa informático Audacity.
GUION

Música de fondo: hemos
utilizado “Little Tomcat (Instrumental)” de Josh Woodward (
https://www.joshwoodward.com/).

El curso pasado recibimos a la primaverda desde nuestras ventanas, pero este año, deberíamos celebrar el cambio de estación por todo lo alto.
«El autobús número 75» de Gianni Rodari es la excusa perfecta para hacerlo, así que ¡atención!
Los alumnos de 1º ESO del IESO Los Salados están a punto de hacernos viajar en él con este cuento. (María).
Una mañana, el autobús número 75, que va desde
Monteverde Vecchio hasta Piazza Fiume, en lugar de pasar por el Trastevere pasó
por el Gianicolo, giró por Vía Aurelia Antica y unos minutos después corría por
entre los prados de las afueras de Roma, como una liebre en vacaciones. (David).

A aquella hora, los viajeros eran casi todos
empleados de oficina y leían el periódico, incluso los que no lo habían
comprado, porque lo leían a espaldas de su vecino. Un señor, al volver la
página, levantó la vista un momento, miró a la calle y se puso a gritar:
(Eleazar).

 
Cobrador, pero ¿qué pasa? ¡Traición, traición! (Ramón).

Los otros viajeros también alzaron la vista del
periódico y las protestas se convirtieron en un ruidoso coro: (David).

— ¡Por aquí se va a Civitavechia! (Jacob).

— ¿Pero qué hace el conductor? (Camelia).

      Ha enloquecido,
¡atadlo! (Sofía).

— ¡Vaya un servicio público! (Camila).

— Son las nueve menos diez y a las nueve en punto
tengo que estar en el Palacio de Justicia -gritó un abogado-. Si pierdo el
proceso, demando a la compañía. (Ángel y Oswaldo).

El cobrador y el chófer intentaban calmar a los
pasajeros diciendo que ellos no sabían nada, que el autobús no obedecía a los
mandos y hacía lo que le parecía. En aquel momento el autobús salió del camino
y fue a detenerse a la entrada de un bosquecillo fresco y perfumado. (Oswaldo).

— ¡Oh, pamporcinos! -exclamó alegremente una
señora. (Camila y Oswaldo).

— Ahora no es el momento de pensar en pamporcinos
-protestó el abogado. (Ángel y Camelia).

— No importa -declaró la señora-, llegaré tarde
al ministerio y me echarán una bronca, pero me da igual, y ya que estoy aquí
quiero disfrutar cogiendo pamporcinos. Por lo menos hará diez años que no lo
hacía. (Camila y Camelia).

Bajó del autobús, aspirando con la boca abierta
el aire de aquella extraña mañana, y se puso a coger un ramito de pamporcinos. (Sofía).

En vista de que el autobús no quería saber nada
del regreso, los viajeros fueron bajando uno tras otro para estirar las piernas
o para fumarse un cigarrillo, y mientras, su malhumor desaparecía como la
niebla al sol. Uno cogía una margarita y se la ponía en el ojal, otro descubría
una fresa todavía sin madurar y gritaba. (Oswaldo).

— La he encontrado yo. Voy a dejar aquí mi
tarjeta, y cuando la fresa esté madura vendré a recogerla, y será mejor que la
encuentre. (Jacob).

En efecto, sacó una tarjeta de la cartera, la
atravesó con un palillo y clavó el palillo junto a la fresa. La tarjeta decía:
“Doctor Julio Granitos”. (Sofía).

Dos empleados del Ministerio de Instrucción
hicieron una pelota con sus periódicos, y empezaron a jugar un partido de
fútbol. Y cada vez que le daban una patada a la pelota gritaban: (Eleazar).

— ¡Al diablo! (Ángel).

En suma, no parecían los mismos oficinistas que
un momento antes querían linchar a los empleados de la compañía de autobuses.
Estos, por su parte, se habían repartido una tortilla y hacían un picnic en el
prado. (Ramón).

— ¡Atención! -gritó luego de improviso el
abogado. (Ángel y Ramón).

El autobús, dando una sacudida se estaba
marchando solito, a poca velocidad. Apenas tuvieron el tiempo justo para
subirse, siendo la última la señora de los pamporcinos, que protestaba: (Ramón).

— ¡Eh, eso no vale! Apenas había empezado a
divertirme. (Camila).

— ¿Qué hora es? -preguntó alguien. (Jacob y
Soraya).

— ¡Uf! ¡Qué tarde debe de ser! (Camelia).

Y todos se miraron la muñeca. Sorpresa: los
relojes señalaban todavía las nueve menos diez. Al parecer, durante el rato que
duró la excursión, las manecillas no habían corrido. Había sido un tiempo de
propina, un pequeño extra, como cuando se compra un paquete de jabón en polvo y
dentro hay un juguete. (Soraya).

— ¡Pero esto no puede ser! -decía asombrada la
señora de los pamporcinos, mientras el autobús marchaba ya por su ruta habitual
y corría por la calle Dandolo. (Camila y Soraya).

Todos quedaron asombrados. Pero en la parte
superior del periódico, que de nuevo tenían ante sus ojos, estaba escrita con
toda claridad la fecha de aquel día: 21 de marzo. Y todo es posible en el
primer día de primavera. (David).

CRÉDITOS DE LA PRODUCCIÓN

David Álvarez Molina, Eleazar Augusto Barcia, Camelia Barrul Cuesta, Oswaldo Desislavov Borisov, Ramón Jiménez Rosillo, Camila Marulanda Carmona, Ángel Rosillo Rosillo, Soraya Rosillo Rosillo, Jacob Sabogal, Sofía Sabogal y María Mantilla López.



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